El colectivo bibliotecario se adapta al entorno. Lejos queda ya (aunque debería quedar mucho más lejos) el estereotipo en que todos estamos pensando: punitivo, introvertido, etc. Incluso podemos decir que el gran Capra cayó en el chiste (fíjense en el minuto 1:47.40).
Si, los tiempos están cambiando, y los bibliotecarios también. Ahora no se les llama “bibliotecarios”. Algunas organizaciones dicen que no tienen “bibliotecarios”. Eso sí, disponen de “gestores de datos/contenidos/información/conocimiento”, de “gestores de comunidades”, de “curadores de contenidos”, etc. Evidentemente, si el nombre del cargo está en inglés, mejor. Más profesional.
Sea el nombre que sea, pero partiendo de la base de que los nombres son distintos y que, por lo tanto, reflejan situaciones laborales y contractuales distintas, el asunto es convertir la “caja de guardar libros” (biblion-thekes) en un espacio de tránsito, un nudo en una red, un lugar al que acceder física o virtualmente, donde profesionales navegadores-hiladores experimentados ayuden al resto de profesionales en la búsqueda de información (y datos, y contenidos) y en disponer de los medios para generar nuevo conocimiento y asentarlo en el know-how organizacional.
Es decir, en un entorno donde cada vez más es importante no perder el tiempo, este colectivo se preocupa de ejercer de conmutadores, conectando unas redes con otras y marcando caminos, espacios finitos, delimitados, concretos, con alta probabilidad de encuentro. Es decir, no son informáticos, pero tampoco tienen porqué serlo.
Gestionar información y gestionar conocimiento es el universo de su actividad, universo ampliado por sus múltiples dimensiones y por la prioridad enfocada en el uso y en el usuario. Así, se convierten en docentes de métodos, de herramientas, de tecnologías, para conseguir la autonomía del usuario en su viaje por las redes, en colaboradores para gestionar información desestructurada, para gestionar ingentes cantidades de información (big data), para “curar” datos e información.
Este universo está controlado, sí, porque ellos se especializan, dotándose de conocimientos informáticos (pero no sólo de ellos), e intentando integrarse en equipos de trabajo, en grupos de mejora, en espacios de trabajo, en comunidades de práctica.
Los bibliotecarios ya no son, y creemos que lo tienen asumido, los únicos “trabajadores del conocimiento” de las organizaciones donde operan. Una buena parte de sus “clientes” son trabajadores del conocimiento (es decir, profesionales cuya materia prima es precisamente la información).
Los clientes son profesionales que investigan, que innovan, que desarrollan nuevos proyectos, que precisan acceder, seleccionar, filtrar, almacenar, difundir y usar conocimiento específico desde y hacia direcciones múltiples.
Y el “bibliotecario” potencia todo esto.
Empresas e instituciones precisan gestionar su conocimiento, desean saber quién sabe qué en su organización, cómo capturar y adquirir nuevo conocimiento, cómo organizarlo, cómo gestionar su acceso, etc., en estas tareas los “bibliotecarios” tienen un nuevo papel destacado para aportar estrategias adecuadas a los entornos cambiantes en los que se integran.
Cuanto mayor es el contenido de información en Internet, en intra y extranets, en bases de datos y en otros repositorios de información, más necesario es restringir, delimitar y concretar de forma apriorística el alcance de los universos a explorar. Consecuentemente emergen nuevas Unidades de Información, entes, servicios, equipos de profesionales (a veces de 1 solo individuo) que se encargan de aplicar su especialización en facilitar vías, caminos, atajos a la información pertinente, oportuna, allá donde se precisa a quien la precisa, en el momento adecuado, de modo personalizado, disponiendo de contenido recopilado o redirigido (push) de manera específica a los intereses de la comunidad de usuarios.
Por su posición estratégica, este rol profesional merece una cierta (re)definición que pretendemos reflejar en el siguiente diagrama.
En un primer lugar, es necesario listar aquellas competencias profesionales a desarrollar. Dichas competencias podrán ser compartidas, o no, en función del perfil específico (ya que, como hemos visto: parece no ser lo mismo un content curator que un community manager).
Evidentemente, estas competencias se relacionan y dependen de las funciones a desarrollar. Funciones que, posteriormente, pueden transformarse en servicios.
Todo ello, claro, en función del mercado de trabajo. Concretamente de la oferta, que adaptará a su interés la demanda existente. Estas reglas de mercado transformaran dinámicamente, claro, las competencias deseables, las funciones esperables y los servicios ofertables.
En este sentido (en el de la demanda laboral), cabe recordar que un lamento algo extendido es la intrusión profesional de perfiles tecnológicos en el perfil bibliotecario. Este es un discurso que está ahí y que seguro responde a una realidad cotidiana.
De todas formas, pensamos que en un entorno como el actual la herramienta es importante, pero también lo es la experiencia y la especialización que pueden ayudar a llevar a buen puerto cualquier proyecto.
Incorporar bibliotecarios es pues, dotar a la organización de valor añadido, de saber hacer, de valor y de valores.
Hemos dejado atrás pues, el estereotipo. ¿Quién sabe lo que deparará el futuro? ¿Será esto?
Marcos A. Catalán. Responsable de Biblioteca en la Corporació Sanitària Parc Taulí
Jaume Sató. Cap de Control de Gestió de la Corporació Sanitària Parc Taulí
Perfil profesional de Marcos A. Catalán: Linkedln y Blog del GICS
Perfil profesional de Jaume Sató: Linkedln y Blog del GICS
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