Apr 15

En su origen más remoto, cuando el hombre comenzaba a rehundir en las tabletas de arcilla pequeños signos con los que contabilizar las cabezas de ganado y  las cosechas  de trigo o recopilar las nuevas leyes, tuvieron su origen las bibliotecas como centros de conservación de lo propio que era a la vez lo ajeno. Durante centurias y centurias las bibliotecas se han ido encargando de hacer relaciones, índex, catálogos y enumeraciones de los fondos amorosamente guardados en sus anaqueles, estantes y sótanos. Fondos propios alimentados por los dineros propios, o por generosas donaciones ajenas de próceres convencidos del beneficio social de la lectura.

Grandes bibliotecas y grandes colecciones de libros han ido construyéndose desde la antigüedad hasta la edad contemporánea, cuando la “explosión del conocimiento”, detectada casi en paralelo al “baby boom”, y la eclosión de la informática trasladaron el epicentro de la información científica fuera de las bibliotecas. O, más bien, fuera de casi todas salvo tres o cuatro, las grandes bibliotecas nacionales, que con sus catálogos y bases de datos se erigieron en faros bibliográficos del mundo. Cuando en los Estados Unidos comprendieron la importancia de la información científica en ciencias de la salud y comenzaron a construir el hoy jubilado Index Medicus, optaron por dotar a todas las bibliotecas de una herramienta ideal para la consecución rápida y eficiente de la información más relevante (sí, aunque nos pueda parecer absurdo, la aparición del Index Medicus modernizó el obsoleto sistema de búsqueda de la información, como luego las bases de datos hicieron obsoleto el Index Medicus).

Este hecho transfiguró el perfil y el ser de las bibliotecas de salud, que no el fluir de la información. Con el desarrollo del acceso a las bases de datos por módem, luego en CD-ROM y después vía Internet (de MEDLINE a PubMed en un santiamén) las bibliotecas pasaron a gestionar una información ajena, que era miles de veces más voluminosa que la propia información que venían atesorando durante décadas y siglos entre sus cuatro paredes. El salto cualitativo había sido mortal y sin red. Los usuarios podían tener conocimiento inmediato de la existencia de cientos de artículos publicados en cualquier confín del mundo, y como a todo ser viviente a quien se le acerca la miel a los labios, deseaban tenerlos cerca, para leerlos, subrayarlos y remarcarlos. Las bibliotecas comenzaron un compulsivo proceso de adquisición de fondos bibliográficos en forma de revistas científicas impresas, las cuales pronto inundaron sus salas de lectura, sus pasillos y sus depósitos. Una carrera sin fin que fue moderándose paulatinamente conforme los precios de las revistas se incrementaban más y más cada año y cada lustro, lo que obligó a los responsables de las bibliotecas a optar por una necesaria simbiosis entre las colecciones propias (adquiridas con recursos económicos propios) y las colecciones ajenas (obtenidas mediante el préstamo interbibliotecario, alimentado por la colaboración de las bibliotecas del gremio).

Durante muchos años las bibliotecas nos hemos convertido en prestidigitadoras de lo ajeno, facilitando a nuestros usuarios, casi por arte de magia, aquello que ellos, por muy raro que fuera, nos demandaban (porque lo habían leído, antes en MEDLINE, ahora en PubMed) y que unas veces hacíamos surgir de los pozos de nuestros fondos y otras solicitábamos con buena educación, mediante el consabido préstamo interbibliotecario, a nuestros congéneres de bibliotecas afines. Hasta el estallido del boom de lo electrónico, cuando pudimos acceder de nuevo, como si hubiéramos entrado en la cueva de Alí Babá, a miles de revistas online, y cuando pudimos (nosotros y nuestros usuarios) descargar diez, cien, mil y un artículos en pdf. Pero con una extraña sensación, porque ahora sí que todos esos artículos nos eran ajenos, completamente ajenos, pues no reposaban ni crecían en nuestros servidores, ni en nuestros ordenadores ni en nuestras estanterías. Eran valiosísimas colecciones ajenas a nuestras bibliotecas porque, sencillamente, eran propiedad de los editores que, a cambio de unos emolumentos que no podían considerarse exiguos, nos permitían el acceso (cual autopista de peaje) a una información muy relevante que, en el colmo de los colmos, muchos de nuestros usuarios habían financiado (mediante proyectos de investigación, mediante horas de trabajo y mediante su propia publicación).

Y en esas estamos, gestionando una información ajena (millones de artículos científicos) a la que accedemos mediante herramientas también ajenas (bases de datos, buscadores, metabuscadores y requetemultiplebuscadores) hasta que a algunas bibliotecas se les ha encendido la bombilla y descubren, por sí mismas o por coalición con sus usuarios, la utilidad de comenzar a gestionar también lo propio. En algunos casos porque la gestión de lo electrónico les ha regalado un tiempo precioso, al privar a su personal  de la tortuosa tarea de encaminarse hacia la fotocopiadora, cargados hasta las trancas con docenas de volúmenes, y pasar minuto tras minuto levantando la tapa, bajando la tapa, levantando la tapa, pasando una hoja, pasando la siguiente… viendo ir y venir el haz luminoso que ha convertido nuestras revistas en miles de artículos impresos que hemos suministrado puntualmente a nuestros usuarios.

Liberado el tiempo de fotocopiar a destajo, es hora de acordarnos de nosotros mismos, de comenzar a gestionar lo propio (después de tantos años de gestionar lo ajeno) y de generar recursos propios a nuestra imagen y semejanza. Oportuna fórmula para adelantarnos a nuestros usuarios. Algunas de nuestras bibliotecas, individuales y en agrupaciones, ya han entrado en este futuro de la gestión de lo propio. Sabemos de repositorios de la producción científica en uso (el de la Biblioteca Virtual del Sistema Sanitario Público de Andalucía) y en proceso (el Sophia de Bibliosaúde en Galicia y el Scientia en Cataluña). Sabemos de herramientas métricas como el Sophos gallego y el Impactia andaluz.  Sabemos del SciELO España y de IBECS, que, aunque herramientas importadas, son alimentadas por bibliotecas propias (Biblioteca Nacional de Ciencias de la Salud) para acercar la producción propia. Sabemos de las construcciones, en una biblioteca sí y en otra también, de pequeñas bibliotecas bibliográficas mediante gestores bibliográficos. Sabemos de la participación activa de los CRAIs universitarios en la dinámica cultural de las instituciones. Sabemos de los buenos y socorridos manuales de uso que elaboran en la Universidad de Salamanca o en Bibliosaúde. Ya hemos “facilitado”, distribuido y harto vendido lo ajeno; es el momento, por tanto, de poner a buen recaudo, difundir, recopilar, explotar y conservar lo propio. Porque si no lo hacemos nosotros, no va a venir el vecino del 5º a hacerlo, ni el del 6º. Ni el del 8º va a traernos el último artículo, ni el del 9º el penúltimo capítulo ni el del 4º A el olvidado protocolo de nuestro servicio de interna. Es, o debería ser, nuestra responsabilidad y así, tacita a tacita, cuando lo propio esté pulido y niquelado, podremos compartirlo con otros amantes de lo suyo propio, y construir entre muchos más grandes recursos de lo propio común. Es lo que se llama colaboración o cooperación, de la que siempre hemos andado sobrados en las bibliotecas de salud. Nuestros usuarios van a agradecer que, además de sacar de la chistera ese artículo imposible, les pongamos en bandeja su producción científica, y la de su servicio, y la de su centro, y otros muchos recursos que no ajenos sino propios, consideran tan valiosos o más que los ajenos.

José Manuel Estrada Lorenzo

Biblioteca del Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid

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Mar 10

Desde hace un par de años cientos de bibliotecarios, profesionales de la información e incluso usuarios de las bibliotecas han asistido a SocialBiblio, una comunidad en línea en la que se imparten seminarios online o webinars de manera colaborativa y completamente gratuita. Aunque los temas tratados son de lo más variado, sus fundadoras, como bibliotecarias especializadas en ciencias de la salud, tienen especial conciencia de las necesidades formativas de este sector.

 

Así, se han programado algunos webinar específicos como el impartido por Concepción Campos, responsable de la biblioteca del Hospital Universitario de Getafe: “Pubmed para principiantes” (23 de enero de 2013) y el de “Búsqueda de la evidencia, ¿por donde empezar”, en el que se contó con la presencia de Rafa Rotaeche, Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria (12 de febrero de 2014). En el primero, dimos un repaso a las funcionalidades básicas de esta herramienta y cómo realizar búsquedas, tanto la búsqueda simple como la búsqueda avanzada, entre cuyas opciones se encuentra el tesauro MeSH. En el segundo, Rafa Rotaeche nos dio una lección sobre el concepto de Medicina Basada en la Evidencia y cómo hacer preguntas clínicas de manera adecuada, así como encontrar respuestas en distintas fuentes de información para encontrar la mejor evidencia posible.

Además de estos webinar enfocados a la búsqueda de información en ciencias de la salud, se han impartido otros que aunque no tan específicos también son de suma utilidad para estas bibliotecas especializadas. Como centros de asesoramiento a los investigadores, pueden serle de utilidad otras sesiones como las dedicadas a los gestores de referencias bibliográficas, a destacar la que impartió Marisa Maquedano, bibliotecaria del Hospital Universitario La Paz sobre Mendeley (14 de marzo 2012), donde se pusieron muchos ejemplos de cómo almacenar y tratar bibliografía en ciencias de la salud. En esta línea, también han sido interesantes “Cómo gestionar tu impacto científico y académico: alertas y perfiles” (Daniel Torres Salinas, 26 de junio de 2013), “El documento académico-científico: aspectos formales y visibilidad” (Javier Hernández San Miguel, 20 de marzo de 2013) y “El profesor y sus publicaciones: técnicas bélicas en un entorno 3.0” (Rafael Hernández Barros, 2 de octubre de 2013). No menos interesantes resultan otros temas, como los relacionados con la web social, ya que los bibliotecarios/as en ciencias de la salud cada día más se han sumado a la tendencia de compartir contenidos en blogs y redes sociales. Para actualizar conocimientos en este área, les será de utilidad ver las grabaciones de las clases “Blogs como herramientas de comunicación online” (Mónica Giménez, 30 de mayo 2012), “Flujo de trabajo rápido y eficaz en proyectos de contenido basados en WordPress” (Adrián Macías Alegre, 3 de octubre 2012), “El community manager: gestor de información y comunicación 2.0” (Julián Marquina, 15 febrero 2012) y “Cómo medimos nuestras acciones en la web social” (Nieves González, 29 febrero 2012), por mencionar algunos de los más destacados.

En SocialBiblio actualmente estamos realizando un estudio para analizar la utilidad de nuestra comunidad para el aprendizaje de los bibliotecarios y profesionales en ciencias de la salud. Pronto podremos daros más información al respecto, pero de momento parece que los resultados son muy positivos y se percibe que SocialBiblio contribuye a la formación en este sector, por lo que ya vamos pensando cómo seguir avanzando con nuevas sesiones de formación.

¿Quieres unirte a esta comunidad en línea? Te esperamos los miércoles a las 22:00 h (hora española), tu eliges si vienes como alumno o como profesor. En la web de SocialBiblio encontrarás más información al respecto.

Paula Traver Vallés. Cofundadora de SocialBiblio y responsable de la Biblioteca Virtual del Consorcio Hospitalario Provincial de Castellón

María García-Puente Sánchez. Cofundadora de SocialBiblio y bibliotecaria del Área de Salud Mental de Bizkaia en Osakidetza

Perfil profesional de Paula Traver Vallés: Linkedln

Perfil profesional de García-Puente Sánchez: LinkedIn.

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Feb 24

Mendeley es un gestor de referencias bibliográficas, una herramienta gratuita y multiplataforma (Windows, Linux y Mac) que combina una versión local con una versión web, pudiendo sincronizar ambas, permitiendo de este modo que se pueda consultar la información desde cualquier ordenador con conexión a Internet. Dispone también de aplicaciones para iPad y iPhone.

Con sede en Londres creado por Jan Reichelt, Victor Henning y Paul Foeckler, fue adquirido en abril de 2013 por Elsevier. La primera versión se publicó en 2008 y hace unas semanas se lanzó la versión 1.10.3.

Mendeley combina características de un gestor de referencias tradicional con las de gestores de referencias sociales, más aún, con características propias de una verdadera red social para investigadores, en su versión web.

Empezar a trabajar con Mendeley es tan sencillo como crear una cuenta registrándose en www.mendeley.com,  descargar e instalar la versión de escritorio, Mendeley Desktop.

Desde el punto de vista de un gestor clásico de referencias, Mendeley Desktop, permite crear, mantener, organizar y dar forma a las referencias bibliográficas de artículos de revista, libros u otros documentos, y generar más de 6780 formatos de salida para insertar las citas bibliográficas  en el estilo adecuado al trabajo de investigación, artículo o revista en el que deseemos publicar.

¿Qué ofrece Mendeley Desktop?

La posibilidad de añadir información de forma sencilla desde diferentes fuentes y de varios modos:

Al igual que otros gestores se pueden añadir referencias de forma manual, importar registros  procedentes de otros gestores en formatos como  EndNote XML, RIS,  BibTeX y Zotero Library (zotero.sqlite) o a partir de identificadores como DOI, PMID, ISBN o ArXIv ID

Una de sus ventajas es la de incorporar referencias desde PDFs, arrastrando y soltando los archivos PDF en Mendeley Desktop, de esta forma recupera automáticamente los metadatos del documento. Además dispone de las opciones: Add Folder que añade a Mendeley todos PDF contenidos en una carpeta y Watch Folder que permite que se añadan automáticamente los nuevos PDFs incorporados a la carpeta o carpetas seleccionadas. Esta funcionalidad permite integrarlo con Zotero para importar automáticamente las referencias contenidas en la biblioteca de Zotero.

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También es posible la importación directa desde sitios compatibles, instalando el botón “Save to Mendeley” en la barra de herramientas del navegador. Desde cualquier navegador se incorporan referencias desde sitios como  PubMed, Google Scholar, ScienceDirect, Scopus, SpringerLink, OvidSp o Plos entre otros. Al incorporar las referencias también se incorporan los PDFs si el documento es de Acceso Abierto o si la institución tiene suscripción y navegamos desde sus IPs.

Trabajar con referencias ordenándolas, eliminando las duplicadas y organizándolas fácilmente creando carpetas y subcarpetas; especialmente útil es la  posibilidad de asignar etiquetas (tags) a cada documento para poder establecer filtros.

Una de las características más valoradas de Mendeley es que dispone de un visor de PDF propio, que permite copiar texto,  subrayar, hacer anotaciones y exportar el PDF con estos comentarios para compartirlo con otros colegas enviándolo por email o compartiéndolo en grupos privados. Cada vez que se añadan nuevas anotaciones serán vistas por los demás miembros del grupo. Además cuando se realiza la búsqueda entre las referencias contenidas en la biblioteca también busca dentro del texto completo del documento resaltando los términos utilizados en la búsqueda.

 

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¿Qué diferencia a la versión Web?

La versión web (Mendeley Web) se convierte en una verdadera red social para investigadores, y en un auténtico “descubridor de investigación” al permitir compartir documentos en grupos, seguir y contactar con otros investigadores,  buscar en el catálogo de Mendeley entre los más de 300 millones de artículos y disponer de estadísticas de actividad de los usuarios. Además de poder gestionar el curriculum compartiendo y promocionando las publicaciones propias con el resto de usuarios de la red de Mendeley.

En Mendeley Web se accede a los distintos contenidos a través de pestañas:

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Dashboard. Similar al “muro de Facebook”, es la primera pantalla que aparece una vez identificados con usuario y contraseña. Destacan los siguientes elementos:

  • Newsfeed. Para mantenerse al día con los contactos, viendo sus actividades y publicando actualizaciones propias.
  • Account settings. Desde esta sección se cierra sesión y se gestiona la configuración de la cuenta
  • Edit profile. Completando nuestro perfil podremos mantener el curriculum actualizado, compartir y promocionar las propias publicaciones para las que existe una carpeta propia “My Publications”, cualquier referencia o documento añadido desde Mendeley a esa carpeta se incorpora automáticamente a nuestro perfil de usuario. Se aconseja consultar las políticas de copyright de los editores antes de añadir el texto completo.

– My Library. Esta pantalla replica el contenido de la biblioteca de la versión de escritorio (Mendeley Desktop).

– Papers. Sección desde la que es posible buscar entre los 300 millones de documentos contenidos en Mendeley, (1.836.875 de medicina), pudiendo establecer un filtro para recuperar artículos con texto completo en Acceso Abierto. También se puede configurar el resolvedor de enlaces de la biblioteca de la institución para consultar la disponibilidad de texto completo.

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Groups. Desde esta pestaña se accede a la parte “colaborativa de Mendeley”, permitiendo compartir referencias y  textos completos con otros investigadores, iniciar grupos de discusión o listas de lectura para un grupo. Pueden ser:

  • Privados (Private), en los que se pueden compartir referencias y textos completos, sólo los miembros pueden ver el grupo. Es una buena opción para trabajar con documentos en privado, corrigiendo un manuscrito, una monografía, o compartiendo los resultados de una búsqueda bibliográfica con usuarios de la biblioteca.
  • Con invitación (Invite-only), sólo permiten compartir referencias, cualquiera puede seguir el grupo, pero el contenido sólo lo pueden añadir los miembros del grupo. Alternativa interesante para listas de lectura o compartir referencias
  • Abiertos (Open). Para compartir referencias sólo, cualquiera puede ser un miembro o seguir el grupo. Los 96.039 grupos públicos (12.388 de Medicina) ofrecen una oportunidad interesante para promover publicaciones, como puede ser la actividad científica de una institución, el contenido de una revista o una recopilación de recursos web como el grupo VideosBibliosaúde (http://www.mendeley.com/groups/791591/videosbibliosaude/papers/)  que recoge una selección de vídeos sanitarios.

 

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People. La última pestaña de Mendeley Web nos conecta con otros investigadores, desde este directorio se puede buscar entre más de 1 millón de investigadores (por nombre, intereses de investigación, ubicación o palabras clave), localizar colegas y añadirlos a nuestra red.

¿Por qué uso Mendeley?

Aunque algunas de las características descritas son compartidas con otros gestores bibliográficos, personalmente me inclino por Mendeley por: la facilidad para instalarlo gratuitamente; su interfaz intuitiva;  los 2 gigas de almacenamiento para espacio personal en la Web; poder usarlo desde cualquier navegador; su capacidad para gestionar, anotar, subrayar y leer los PDF; las funcionalidades de “descubridor de investigación” y “red social” para seguir, colaborar con otros investigadores y difundir la propia investigación y… ¡además es posible su integración con Zotero!.

Carmen Rodríguez Otero

Bibliotecaria-documentalista en Bibliosaúde del Servizio Galego de Saúde

Perfil profesional de Carmen Rodríguez Otero: Linkedln

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